martes, 18 de septiembre de 2007

Argentina en los 40, “Hegemonía continental” (Erico, Stábile, Sastre y Moreno), las huelgas del 48-49, millonarios de Colombia, Uruguay en el mundial

- El grito de la escuela del Danubio. Modernidad dirigencial decadente.
- El Hombre de Mimbre, el Trampolín Invisible, el Mago del Área, se acaban los adjetivos. EL MAYOR CENTRO DELANTERO DE LA HISTORIA.
- La llegada de Stábile con su experiencia europea.
- Campeonatos Sudamericanos del 41 al 47. Hegemonía continental,
- Complejo de inferioridad brasilero. Las goleadas mas grandes de la historia.
- Las alas blanquicelestes: Barullo, El Hombre Orquesta, el Fanfa Moreno y el poeta de la zurda.
- La reaparición de la gran escuela rosarina. Enrique García, Capote, Pontoni, Mamucho, Portón de América, y el Maestro.
- La gloriosa década de los 40.
- Así jugaba la máquina de River y el mítico San Lorenzo del 46.
- Se construyen grandes estadios, el BCRA desborda de oro, pero Brasil y México se llevan a Sastre y a Moreno. Precursores de la huelga y el éxodo del 48 y 49.
- Pedernera, Gutiérrez y la huelga del 48/49. El vaciamiento del fútbol argentino. Éxodo a Colombia, Italia y México.
- Resurge la Academia.
- Aparece el Ballet Azul. El alemán, la voz de América y el Napoleón del fútbol.
- Fin de la guerra, pero una basílica para al multicampeón Torino y al bicampeón mundial europeo.
- Emérico Hirsch. El mítico Peñarol del 49 y el ultimo zarpazo de la garra charrúa. ¿Fue tan sorpresa el Maracanazo?
- López despedaza la WM y la diagonal de Flavio Costa. El Negro Jefe digno heredero del Terrible. Los de afuera son de palo.


Cuando el hombre tiene alas

“Si el fútbol, con el correr del tiempo, llega a acumular los atributos del mito, Arsenio Erico surgiría en el devenir de los recuerdos, como un nombre de leyenda. Estaría en el mundo del deporte como una deidad, sentado en su tabernáculo, con una perenne llama encendida a sus pies. Porque, indudablemente, Erico es una figura que está mas allá de la concepción natural del fútbol y sobrepasa la dimensión lógica de esa noble actividad de muchedumbres.
Erico no sólo es un virtuoso de la gambeta, un sembrador de belleza, un agotador de adjetivos, sino un hombre que un día salió a volar por las canchas, como si repentinamente crecieran en sus piernas alas maravillosas, tal vez como ese Hermes de que nos habla la mitología.
Nadie puede negar que Erico cruzó el firmamento deportivo como un coribantes, ejecutando en el aire, el rito de una danza alegórica. Fue expresión de una fabulosa coreografía, que trazaba en el espacio la presencia plástica de sus saltos de ballet imperial, sin un Diajhilev que regulara sus impulsos. De ahí que verlo abrir sus brazos, proyectarse en una ascensión, quebrarse casi en una cimbreante contorsión funambulesca, era como si viéramos en un inmenso escenario, el arte de Lifar o el genio de Massine...
Sus goles de cabeza, arrancados en impresionante belleza, eran oficios de un culto demiúrgico. Eran esas jugadas, la transfiguración del hombre. Erico parecía transportado a un mundo extraterreno en el instante de esa suprema concepción. Por eso, ese minuto revestía dimensión de tiempo imperecedero. Era como ese que brindaba la Duncan en la interpretación de la Bacanal de Tannhauser.
El juego de Erico, tiene pues, para la historia, el valor del arte. No es meramente la escenificación del fútbol ni el ritual dominguero del hincha. Es sí, exuberante belleza, plasticidad pura y genuina, concepto helénico del deporte. Hay plenitud espiritual, instinto creador y caudaloso. Su levadura, su esencia vital, está más allá del límite del balompié. Subyuga y emociona, deslumbra y sugestiona. Como un cuadro pictórico maestro. O igual que una sinfonía wagneriana. De ahí que en las tardes de banderas y vítores, todos eran sus adictos. Ni el más empecinado adversario evitaba el influjo de su personalidad y de su obra. Todos tributaban sus ofrendas a este extraño señor del arte, que algún día será de la antología.
Hoy, Erico conserva sus alas... Sigue volando en los recuerdos... Es un pájaro blanco. Un cisne, un ave olímpica que perpetúa su rumor de plumas en la voz de oro de Darío... Y así seguirá para siempre... Porque, su nombre ya no es una mera invocación deportiva, sino una pronunciación de estética. Una alta cima en que resplandece la belleza, esa eterna obsesión del hombre y ese permanente ideal de sus luchas y de sus sacrificios. Erico ya no es, pues, del fútbol. Es del arte. Se hizo arcángel y salió a beber vientos, por las alturas, como un dios del mito...”
Cindulfo Martinez - La revista del Club Nacional, La voz Alba